domingo, 24 de enero de 2010

España lidera el paro juvenil en Europa

Es un fenómeno que experimentan EEUU y otros países europeos, pero España es el ejemplo extremo: en tres años la tasa de paro entre los jóvenes ha pasado del 17% al 42,9%.

El dato puro y duro parece negativo, pero lo es mucho más cuando se compara con el resto de países.



* España tiene la tasa de paro joven más alta de toda la Unión Europea, llegando incluso a duplicar la tasa media.
* Ningún país se nos acerca: España aventaja nítidamente a los emergentes bálticos, Letonia y Estonia, y a la desplomada Irlanda.
* España es el segundo país donde más ha aumentado el paro juvenil en el último año.

Estos datos dibujan un panorama gris para los jóvenes que en su momento, y amparados por la bonanza y abundancia de empleo que provocó la burbuja inmobiliaria en sectores como la construcción, optaron por no estudiar, y que ahora se encuentran sin trabajo, con poca formación, e incapaces de ganar experiencia que mejore sus expectativas de empleo. Precisamente el New York Times criticaba que pese a que el gobierno gasta 30.000 millones de euros al año en prestaciones por desempleo, apenas se han tomado medidas por mejorar la empleabilidad del colectivo.

Los datos en contexto histórico

Se puede argumentar que los datos anteriores son menos preocupantes porque España es un país de paro elevado. Pero como se observa en la segunda gráfica, esa perspectiva histórica tampoco ofrece un diagnóstico tranquilizador.



* En 2005 la tasa española alcanzó la media europea, pero en 2007 volvió a dispararse, y ahora diverge de forma evidente… no ya de la media, sino de toda la unión.
* La tasa actual se acerca a los máximos de la crisis de los noventa, con un matiz: entonces la tasa total de paro era del 25%, y ahora nos movemos —¿aún?— en el 20%. Eso sugiere que la crisis actual está castigando más a los jóvenes.

La pregunta clave es cómo, y cuándo, será capaz el mercado laboral de absorber este creciente número de parados. A ese respecto, hay señalar la conexión entre el paro joven y la indemnización por despido. Para las empresas, el coste de un despido es función de la antigüedad del trabajador, lo que sirve para proteger a los trabajadores mayores… en perjuicio de los más jóvenes. Esto suele considerarse un mecanismo de protección social, pero no olvidemos sus contrapartidas en términos de paro joven y productividad.

Algunos atenuantes

Hemos visto que los datos de paro joven son malos, pero me gustaría mencionar dos atenuantes que considero importantes.

* El primero es la componente pasota que eleva el paro entre jóvenes. Muchos viven con sus padres, buscan trabajo sin prisa, o no lo buscan en absoluto, quizás “descargan” el paro, o preparan una oposición. Ese perfil existe, y quizás sea más común en España que en otros países.

* El segundo atenuante es la economía sumergida. Lo mencionaba el editorial de Factual hace unos días: “si la labor en negro se pusiera a niveles europeos […] el paro español entraría entonces en la media europea”. Es razonable pensar que el mercado de infra-empleo acoge a un montón de jóvenes.

El editorial del periódico ofrecía otra reflexión interesante, sugiriendo que la economía sumergida, unida al estado del bienestar y a la prestación por desempleo, explican la calma con que nuestro país, y sus jóvenes, soportan una tasa de paro única entre economías similares. ¿Cómo evolucionará la situación cuando más y más gente vaya agotando la prestación por desempleo?

Yo, ¿estudiar? ¡Si gano 3.000 pavos en el tajo!

Relacionado con el estudio que recojo en esta entrada del blog no quiero cerrarlo sin poner un extracto de otro esclarecedor artículo que leí hace unos días en cotizalia.com, es el siguiente:

"Yo, ¿estudiar? ¡Si gano 3.000 pavos en el tajo!. La cita es literal. Al ocupar el apartamento que había alquilado para ese mes de agosto en Cádiz me encontré con un problema de albañilería. La propiedad me envió a un chaval que apenas rozaría los 18 años, pelo rapado de pincho, cadenota de oro y mucho, mucho desparpajo. Se me ocurrió preguntarle por su formación y fue como abrir la espita a un geiser. “Aquí no estudia ni dios, quillo. Pa qué. Mira, con esto me levanto 3.000 pavos al mes y tengo pa tó. Que si el quad, que si las tías, que buen rollito por aquí y por allá. Soy el rey. Currar y disfrutar, que pa eso no hay que usar la cabeza”.

Era poco antes del momento álgido de la burbuja inmobiliaria y a servidor se le cayó el alma a los pies. Resultaba que en España la educación había pasado de ser una oportunidad que generaba rédito futuro, de ahí su obligatoriedad en las primeras etapas de escolarización, a ser percibida como un coste en sus fases posteriores, lastre que consumía los mejores años de la vida e impedía disfrutar de la misma. Ni siquiera contemplaba el interlocutor la posibilidad de acudir a la formación profesional como alternativa con objeto de hacer valer un oficio en el futuro. Pa qué. Trabajo en el tajo y juerga a destajo.

En los últimos datos de paro dados a conocer en nuestro país coincidiendo con las vacaciones navideñas hay una cifra que cualquier partido político se debería grabar en el frontispicio de su programa electoral como elemento prioritario de actuación, si es que quedara en el parlamentarismo nacional algo de dignidad o de interés por el futuro de España: el 43% de desempleo juvenil, personas en situación laboral activa entre 16 y 24 años que, economía sumergida aparte, están de brazos cruzados –como casi seguro el chaval de mi ejemplo- contra el 17,5% de enero de 2007.

Las implicaciones negativas que este porcentaje tiene para el futuro de nuestro país son muy superiores a cualesquiera otras de las que ahora llenan las páginas de los periódicos como, por ejemplo, el estado de las cuentas públicas. De hecho, no se engañen, no se podrán arreglar estructuralmente los desequilibrios presupuestarios o el problema de competitividad o el de la falta de emprendedores, por poner sólo tres muestras, si no se resuelve previamente la incertidumbre que afecta a un escalón poblacional que algunos autores han dado ya en llamar la Generación Perdida."


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