miércoles, 9 de septiembre de 2009

Un corazón roto realmente duele

Sí, y seguramente lo tengas claro, pues alguna que otra vez habrás tenido un desencanto amoroso. Pues bien, lo cierto es que ante una situación de exclusión social (sea la ruptura con una relación, una traición o el simple hecho de ser ignorado) nuestro organismo desencadena un proceso idéntico al que se experimenta en casos de dolor físico. Lo dicen psicólogos de la Universidad de California en Los Angeles.

Naomi Eisenberger y Baldwin Way, ambos psicólogos de dicha institución, han estudiado el comportamiento de nuestro organismo ante situaciones de rechazo social, comprobando que existe un gen en nuestros cuerpos que domina la maquinaria al respecto, el cual actúa de la misma manera en casos de dolor físico o en situaciones de dolor emocional. El gen OPRM1, el cual actúa en calidad de receptor de opioides, los analgésicos naturales de nuestro organismo, es el responsable de ello.




Los investigadores trabajaron con 122 voluntarios a quienes se les tomó muestras de saliva para conocer su gen OPRM1, si este tenía forma normal o se trataba de una variación, y además les solicitaron rellenar un cuestionario respecto a sus habituales reacciones ante situaciones de relegación social. Posteriormente participaron de un experimento en un simulador de ordenador, en el que algunos de los voluntarios fueron excluídos.

De inmediato los psicólogos observaron que aquellos participantes que tenían la variación del gen (y por lo tanto con mayor sensibilidad al dolor físico), también reportaron mayores niveles de sensibilidad ante la exclusión, lo cual sirvió de demostración de que las regiones asociadas al dolor físico y emocional en el cerebro, están estrechamente conectadas.


El rechazo amoroso provoca la misma actividad neuronal que las adicciones


Cuando una persona es abandonada por la pareja a la que ama, en su cerebro se pone en marcha una actividad neuronal similar a la que producen las adicciones. El rechazo en una relación romántica causa un profundo sentimiento de pérdida y dolor que puede llegar a afectar hasta tal punto que provoque una depresión clínica.

El abandono de una pareja puede producir sentimientos tan angustiosos. El amor romántico, tanto en circunstancias felices como en situaciones infelices, puede ser considerado una “adicción natural”, cuya ausencia produce dolor.

Algunos experimentos con imágenes de resonancias magnéticas han demostrado que las áreas del cerebro que funcionan durante el desamor también están activas en aquellos pacientes que tratan de desengancharse de la cocaína o los opioides. Y, por si no fuera bastante, las zonas implicadas en el dolor físico -las que hacen estremecer a alguien cuando recibe una patada o un puñetazo- también están en marcha en esta etapa. Por lo que la expresión 'el amor duele' es, en este caso, literal.

Según cuenta Helen Fisher, antropóloga de la Universidad de Rutgers (EEUU) y una de las mayores expertas en la biología del amor, tras una ruptura sentimental la persona atravesará dos fases: en la primera, la de protesta y negación, el amante despechado hará lo posible por volver atrás, por intentar arreglar lo que cree que falló en la relación y tratar de recuperar a la persona amada. "Para ello no dudará en mandarle mensajes, escribirle notas. Intentará seducirle de nuevo", indica Fisher.

Esta reacción, al parecer, es muy común entre los mamíferos y se debe a que en este primer momento sigue muy activa el área ventral tegmental del cerebro, que segrega dopamina, la misma sustancia que interviene en el enamoramiento. Es decir, se actúa igual que al principio de la relación romántica, cuando todo es de color de rosa, "porque la persona abandonada sigue enamorada y seguirá así durante varias semanas", dice la antropóloga, que ha escrito multitud de artículos sobre el tema. Lo único es que, en esta ocasión, no será correspondida. Además, tras el abandono ocurre un fenómeno curioso, conocido en psicología como "la atracción de la frustración", y que consiste en que a la persona vuelve a sentir por su ex una pasión que no tenía al final de la relación amorosa.

Tras este periodo, puede aparecer la rabia, algo normal porque los reguladores del amor y el odio están en la misma zona del cerebro y relacionados con los sistemas de recompensa. Esto ocurre con mayor frecuencia durante los procesos de divorcio, en los que los contendientes, además de sus sentimientos, tienen muchas más cosas en juego. Sin embargo, esta rabia no quiere decir que la persona ya se haya desenamorado. Como recuerda Fisher, "lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia".

Superado ese primer episodio del 'duelo', llega la segunda fase: la resignación. Se incrementan entonces la tristeza, el llanto incontrolado con cualquier motivo (una canción, un bar, una frase...) que recuerde a la persona amada, las ganas de aislarse del resto del mundo y de estar a solas con el propio dolor. Según un estudio estadounidense con 114 personas que habían sufrido una ruptura amorosa en los últimos dos meses, más del 40% sufría un claro cuadro depresivo y un 12% empezaba a padecer una depresión grave.


Los descubrimientos realizados sugieren que el sufrimiento por el rechazo amoroso podría ser una parte de la vida que la naturaleza ha integrado en nuestra anatomía. Sin embargo, la recuperación de este dolor también sería “natural” y estaría igualmente integrada en nuestra fisiología para permitirnos formar nuevas parejas.


¿Por qué es tan difícil olvidar un gran amor?

Estudios de neurobiología demuestran que una relación amorosa intensa crea en el cerebro impresiones residuales que se reactivan fácilmente. Cuanta más información se grabó, más vívidos son los recuerdos.

No todo depende de la voluntad de olvidar: existe un circuito neurológico que fija con más intensidad los recuerdos que fueron incorporados de la mano de un fuerte contexto emocional. ¿Qué hace que un recuerdo quede sellado a fuego? “En el lóbulo temporal hay dos estructuras. Una se llama hipocampo y por allí pasa la memoria declarativa, es decir, desde acordarse qué día es hoy hasta la cara de una pareja. Al lado hay otra llamada amígdala, que contiene a la memoria emocional. ¿Por qué entonces, aun después de un largo tiempo, vuelven esas imágenes y esas sensaciones que secuestran al cuerpo? Es la amígdala que sigue respondiendo con descargas emocionales involuntarias, como el dolor en el estómago o las palpitaciones.




Y no pasa lo mismo cuando se trata de un romance pasajero que con un verdadero amor : Cuanto mayor sea la información que se grabó hacia ese afecto, en cantidad o calidad, más grabado va a estar en la amígdala y más reacciones va a seguir enviando. Estos recuerdos pueden aparecer como imágenes pero también como olores, sensaciones auditivas y como procesos de pensamiento.

Hay experiencias que gatillan señales químicas en nuestro organismo. Con el tiempo, cuando las conexiones cerebrales que facilitan la revisión de situaciones críticas y emociones negativas se saturan, pueden sufrir lo que se llama ‘down regulation’: una disminución de los neurotransmisores en la zona de intercambio neuronal. Esto explicaría por qué los recuerdos vinculados a alguien importante van perdiendo peso con el tiempo.


¿Son los hombres son más vulnerables a morir de amor?


Otro estudio relacionado, que se publicará en la revista Epidemiology, ha revelado que el 40% de los hombres y el 26% de las mujeres fallecen en los tres años posteriores a la muerte de su ser amado.

Durante años, los científicos han sospechado que esto se debe a que las parejas comparten estilos de vida similares y, por tanto, están expuestas a los mismos riesgos de salud que, tarde o temprano, les pasan la cuenta. En la investigación se evaluó una amplia gama de causas de muerte, como el cáncer, otras enfermedades, el abuso de alcohol, el tabaquismo, e incluso suicidios. Pero aún teniendo en cuenta estos factores, los científicos encontraron "pruebas contundentes" de que muchos viudos y viudas eran más propensos a morir después de perder a su cónyuge.

"El mensaje clave es que no importa cuál es la causa de la muerte ya que todavía hay un efecto de la viudez que no conocemos por completo", agregó Boyle. Y que claramente es más fuerte en los hombres.

Ellos y la viudez: parte de ese efecto está en aspectos psicológicos. Los hombres tiene menos herramientas para el manejo de situaciones de duelo que las mujeres; ellas desde pequeñas se acostumbran a hablar de afectos y a expresarlos con más precisión. Así, ellas procesarían la viudez con más facilidad que los hombres, teniendo más conductas adaptativas y recurriendo a redes sociales y otros apoyos; al hombre le cuesta más, queda más ensimismado y vive depresiones más profundas.

Según el sociólogo Rodrigo Larraín "Las mujeres viudas tienden a buscar la realización personal, vuelven a trabajar o retoman actividades que les gustaban. Al hombre viudo, en cambio, tiende a desarmársele la vida, porque se apoyan mucho en su pareja. Entonces el sentido de la vida empieza a evaluarse negativamente".

De todas formas, para ambos géneros la experiencia es traumática si no logran proyectarse, lo que los lleva a depresiones e incluso a "morir de pena", debilitándose física y emocionalmente.

Los autores del estudio precisan que el "efecto viudez" no sólo afecta a los matrimonios ya entrados en años, sino que también puede observarse en parejas de 30 o 40 años. Un caso aún latente es el de la actriz estadounidense Brittany Murphy, quien murió en diciembre de 2009 a los 32 años, debido a una neumonía mal tratada. Cinco meses después, su marido, el guionista británico Simon Monjack de 40 años, sufrió un paro cardíaco.

Fuente: clarin, ojocientifico

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